miércoles, 17 de febrero de 2010

Nos desnudan (By Bartleby)



Mi chica está furiosa. Le parece un atropello a su dignidad –y tiene razón- tener que pasar por uno de esos escáner y aparecer desnuda, en pelotas, en la pantalla del controlador o controladora de seguridad del aeropuerto de turno. A mí tampoco me hace ninguna gracia esa sombría e inminente realidad. Nos convertiremos en animales indefensos, más desnudos que Adán y Eva… porque a esos sólo los miraba Dios.

Para prevenir el riesgo de saltar por los aires deshechos por una improbable –pero posible- bomba, estamos abocados a cumplir un rito indecente, que tiene su punto de cabina porno y su mucho morbo, que va mucho más allá de la ya casi asumida rutina actual de despojarnos de los zapatos, del cinturón, de… de la dignidad, en resumen.

Mi chica no es famosa como esas “mega tías” que inundan el cine y la televisión, pero es la que a mí me gusta y no la cambiaría por otra; en realidad mi chica no está nada mal, está muy buena… Y ella es consciente de sus encantos, que se mantienen razonablemente firmes al paso de los años. Y me jode que su imagen desnuda pase por los ojos de un segurata. A ella también. Ella dice que no es justo. Tampoco que me vean a mí en bolas. Que en pelotas soy sólo para ella. Y ella para mí. Y así estamos, por culpa de que alguien suba a un avión con una bomba en los genitales o en el culo, creyéndose mártir de un dios absurdo.

Pero lo que más le preocupa a mi chica es que si ya era un mal rollo la llegada del verano, y del bikini, y tener que seguir dieta y machacarse la tripita y las amenazas de la celulitis y mantener las tetas lo bastante tiesas para no desentonar en la playa, ahora la acecha la vergüenza de no dar la imagen en la jodida cabina, de sentirse “desechada” como pura carne usada en la pantalla de marras. Es como un rebote.
Así que como vamos a volar a los USA esta primavera, está siguiendo una dieta estricta, ha vuelto al gimnasio, el baño está a rebosar de reafirmantes, cremas, y tarros nuevos carísimos. Yo le he dicho que es una frívola, pero ella me ha dado esta respuesta: “A ver si cuando pase por la cabina consigo fundirles los plomos”, me ha dicho. 

Igual tiene su punto de razón, de reivindicación del cuerpo, de ese cuerpo de mujer que esos fanáticos esconden bajo tanta tela, hasta la suprema ocultación. Si hemos de desnudarnos, que estemos lo más guapos y resultones que sea posible. Después de pensarlo, he decidido ir yo también al gimnasio, a ver si el vientre vuelve a endurecerse como antes – ¡jodidas cervezas!- y, entretanto, disfruto de las evidentes mejoras de mi chica.

Todo esto me da que pensar. Y entre otras cosas me pregunto qué harán Fátima y Aixa y tantas musulmanas cuando se vean obligadas, si quieren subir a un avión, a “desnudarse” en esas cabinas. Y qué harán sus padres, sus maridos, sus hermanos… La incidencia del fanatismo se podría medir en relación a la disminución de tales pasajeros y pasajeras, de esa gente envuelta en velos y turbantes, ¿no os parece?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Madre mía! Es lo más patético que he leído en mucho tiempo!
Quejándose de la medida de los scanners pero al mismo tiempo justificándola y echándole la culpa a los "fanáticos de los turbantes". Que triste estar tan ciego y no ver que esto no tiene nada que ver con el terrorismo ni con los "fanáticos"...

Viajes low cost dijo...

Hola Anónimo. Esta entrada en nuestro blog es un "relato", no nuestra opinión al respecto de la seguridad y los escáneres. Es más literatura que otra cosa. Tranquilo :)