Uno de los últimos aviones Concorde se exhibirá como atracción turística en Londres. Uno de los 11 aviones franceses Concorde ya retirados podrá verse al lado de la gran noria London Eye, en la orilla del río Támesis, frente al Parlamento. La aeronave es el avión con nombre en código Alfa Bravo, actualmente estacionada en aeropuerto de Heathrow.
Este mítico avión supersónico fruto de toda una época vivió sus peores momentos en julio del año 2.000 cuando un centenar de pasajeros murieron a consecuencia de un accidente en el aeropuerto Charles de Gaulle de París. Ya nunca más sería lo mismo a partir de ese momento y también tras el 11 de setiembre y sus consecuencias en la aviación. El 24 de octubre de 2003 y después de 27 años de historia el Concorde dejaba de volar. Coincidiendo con el centenario del vuelo inaugural de los hermanos Wright, Air France puso fin a los vuelos supersónicos del Concorde.
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lunes, 25 de octubre de 2010
jueves, 15 de abril de 2010
Tráfico aéreo paralizado en el norte de Europa por las cenizas de un volcán islandés
La presencia de cenizas obliga a paralizar el tráfico aéreo.
La erupción del volcán bajo el glaciar Eyjafjajjajokull ha sembrado el caos en el tráfico aéreo. Todo el espacio aéreo británico será interrumpido a partir de este mediodía así como el del aeropuerto de Oslo, en Noruega. Las autoridades danesas también han decidido cerrar todo su espacio aéreo a partir de la tarde.
En el Reino Unido, BAA, operador de los principales aeropuertos británicos, informó hoy de que la medida responde a las regulaciones internacionales en materia de tráfico aéreo como resultado de la actividad volcánica.
"Debido a la ceniza, el tráfico aéreo sobre el área de mar entre Escocia, Noruega, Suecia del norte, Gran Bretaña, Noruega y Finlandia del norte está siendo limitado" ha informado la agencia del aeropuerto de Finlandia a través de un comunicado.
La erupción volcánica ha generado nubes de humo negro y vapor blanco en el aire que dificultan la visibilidad de los vuelos y la cenida que se ha desprendido podría dañar los motores, según ha indicado el Servicio de Control del Tráfico Aéreo Nacional.
La erupción del volcán bajo el glaciar Eyjafjajjajokull ha sembrado el caos en el tráfico aéreo. Todo el espacio aéreo británico será interrumpido a partir de este mediodía así como el del aeropuerto de Oslo, en Noruega. Las autoridades danesas también han decidido cerrar todo su espacio aéreo a partir de la tarde.
En el Reino Unido, BAA, operador de los principales aeropuertos británicos, informó hoy de que la medida responde a las regulaciones internacionales en materia de tráfico aéreo como resultado de la actividad volcánica.
"Debido a la ceniza, el tráfico aéreo sobre el área de mar entre Escocia, Noruega, Suecia del norte, Gran Bretaña, Noruega y Finlandia del norte está siendo limitado" ha informado la agencia del aeropuerto de Finlandia a través de un comunicado.
La erupción volcánica ha generado nubes de humo negro y vapor blanco en el aire que dificultan la visibilidad de los vuelos y la cenida que se ha desprendido podría dañar los motores, según ha indicado el Servicio de Control del Tráfico Aéreo Nacional.
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lunes, 14 de diciembre de 2009
¡Banzai! (By Bartleby)
En la cola del finger había muchos que supuse eran japoneses, un grupo, muy mayores, como veteranos de guerra, el puente del río Kwai, todo eso. No me importó el ñiqui-ñiqui de las voces. Los japoneses me caen bien. Practico Zen y me gusta el sushi.
En cuanto llegué a mi asiento cerré los ojos, decidido a no abrirlos hasta que aterrizáramos en Heathrow.
Lo de siempre. Bla, bla, bla; el comandante no sé qué, de Alemania; el copiloto Niqui-ñiqui, de Japón -¡atiza, otro japonés, y en la cabina del avión!-; el sobrecargo, bla, bla, bla; menos mal que había dos azafatas de Sevilla y olé; las máscaras de oxígeno… Pensé que con tantos japoneses a bordo, el vuelo se podría convertir en un cuento de Murakami. Y me dormí.
De repente una voz estridente habló en ñiqui-ñiqui por la megafonía y todos los japoneses se levantaron de sus asientos pronunciando palabras incomprensibles pero yo supe que eran loas al Emperador, cantos de guerra. Sus ropas habían cambiado y ahora vestían viejos trajes de vuelo; en sus frentes marchitas, sobre las calvas, las gafas de pilotar, al cuello, el pañuelo blanco y rojo, la bandera del imperio del sol naciente. Apuraron unos vasitos de sake y gritaron al unísono “¡banzai!” mientras el avión iniciaba un picado fatal.
Me desperté angustiado y sudoroso. A mi lado, uno de los japoneses me preguntó educadamente, en buen español, si me encontraba bien. Entretanto el copiloto seguía con su ñiqui-ñiqui por la megafonía, y todos los japos sonreían.
-¿Sabe usted? –tradujo mi vecino de asiento, sonriendo-, es el copiloto que nos da la bienvenida a bordo y nos pide calma frente a estas turbulencias… es muy amable… nos ha contado que su padre también fue piloto, y su abuelo, un héroe, kamikaze en Iwo Jima.
Desde ese día sospecho que tuve una vida que perdí hace mucho tiempo en las aguas del Pacífico. ¡Banzai!
En cuanto llegué a mi asiento cerré los ojos, decidido a no abrirlos hasta que aterrizáramos en Heathrow.
Lo de siempre. Bla, bla, bla; el comandante no sé qué, de Alemania; el copiloto Niqui-ñiqui, de Japón -¡atiza, otro japonés, y en la cabina del avión!-; el sobrecargo, bla, bla, bla; menos mal que había dos azafatas de Sevilla y olé; las máscaras de oxígeno… Pensé que con tantos japoneses a bordo, el vuelo se podría convertir en un cuento de Murakami. Y me dormí.
De repente una voz estridente habló en ñiqui-ñiqui por la megafonía y todos los japoneses se levantaron de sus asientos pronunciando palabras incomprensibles pero yo supe que eran loas al Emperador, cantos de guerra. Sus ropas habían cambiado y ahora vestían viejos trajes de vuelo; en sus frentes marchitas, sobre las calvas, las gafas de pilotar, al cuello, el pañuelo blanco y rojo, la bandera del imperio del sol naciente. Apuraron unos vasitos de sake y gritaron al unísono “¡banzai!” mientras el avión iniciaba un picado fatal.
Me desperté angustiado y sudoroso. A mi lado, uno de los japoneses me preguntó educadamente, en buen español, si me encontraba bien. Entretanto el copiloto seguía con su ñiqui-ñiqui por la megafonía, y todos los japos sonreían.
-¿Sabe usted? –tradujo mi vecino de asiento, sonriendo-, es el copiloto que nos da la bienvenida a bordo y nos pide calma frente a estas turbulencias… es muy amable… nos ha contado que su padre también fue piloto, y su abuelo, un héroe, kamikaze en Iwo Jima.
Desde ese día sospecho que tuve una vida que perdí hace mucho tiempo en las aguas del Pacífico. ¡Banzai!
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